Pasar de jugar a 60 Hz y hacerlo en un monitor de 144 Hz es milagroso. Es como pasar de la noche al día. Eso es lo que afirman muchos de los usuarios —no todos, cuidado— que han dado el salto a monitores especialmente orientados a gamers, pero ¿es esa diferencia tan destacable?
Eso es precisamente lo que nos hemos propuesto descubrir en unas pruebas en las que alguien como yo, jugador ocasional de FPS en un monitor de 60 Hz, ha tenido la oportunidad de disfrutar de un equipo potente y un monitor con soporte de 144 Hz. Veamos cuáles son las claves técnicas del milagro, y si ese milagro realmente existe.
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